La desaparición de dos jóvenes, uno de 12 y otro de 17 años, desde hacía seis meses, despertaron las sospechas de las autoridades. De acuerdo con testigos, desde que fueron subidos a un vehículo en la ciudad de Usulután, no se volvió a saber nada de ellos.
Relatos recabados por las autoridades de la zona, constatan que los jóvenes fueron llevados con destino al Bajo Lempa, un sector en el que se han recibido 30 denuncias de jóvenes desaparecidos en los últimos dos años. Esto hacía suponer que las más recientes víctimas estarían cerca.
La zona es asolada por la clica Criminal Gangster de la pandilla MS, agrupación que a punta de terror ha impuesto sus condiciones en varios sectores del departamento de Usulután.
La búsqueda por los muchachos desaparecidos conduciría a las autoridades a un vasto e inusual sitio. Capturas de pandilleros y testimonios de moradores del Cantón El Zamorán, guiaron a las autoridades por una nueva dirección.
Dicho lugar es la reserva forestal Nancuchiname, un bosque de casi 800 hectáreas, ubicado en Cantón El Zamorán, municipio de Jiquilisco, departamento de Usulután, y hogar de una gran diversidad de árboles, cusucos, venados cola blanca y loras.
Para corroborar las sospechas, especialistas forenses de la Unidad de Criminalística de la Fiscalía General de la República e investigadores policiales, encabezadas por el forense Israel Ticas, trabajan desde la semana pasada en labores de recuperación de cuerpos en el terreno boscoso, utilizando técnicas especializadas de criminalística y arqueología forense.
Las autoridades de seguridad creen que decenas de víctimas de esta clica se encuentran enterrados en distintos sectores de la reserva forestal de casi 800 hectáreas y muy probablemente los jóvenes desaparecidos hace seis meses.
Una fuente relacionada con las investigaciones, comentó a Diario1 que al canalizar las diversas pesquisas, se puede concluir que los jóvenes desaparecidos no solo habrían sido enterrados en la reserva forestal, sino que también recibieron muerte en el bosque.
Después de abandonar la carretera principal del Bajo Lempa, los jóvenes, junto a sus captores, ingresaron en una angosta calle de tierra, avanzaron por unos 500 metros y llegaron hasta una pluma metálica, en la estructura hay dos calaveras de semovientes amarradas con alambre.
En ese lugar fueron entregados a otro grupo de pandilleros y los obligaron a ponerse de rodillas y los comenzaron a torturar hasta mutilarlos. Posteriormente sus cuerpos fueron arrastrados hasta una profunda fosa en donde los enterraron.
“Aquí los entregamos a ustedes a la Bestia, la garra se los va a llevar…”, son las últimas palabras que las víctimas escuchan, de acuerdo con un guardabosques que pidió protección de su identidad.
“Los gritos de las víctimas, suplicando por sus vidas, no llegaban a los vecinos, era imposible avisar a las autoridades”, admitió.
Los pandilleros pudieron convertir a la reserva de biósfera en un cementerio clandestino, debido en buena medida a la no existencia de un puesto policial en la zona, ya que según las investigaciones, los pandilleros montan retenes en las cercanías del bosque, para detener aquellos vehículos abordados por jóvenes que proceden de zonas de control de la pandilla rival a la MS13.
Prácticamente, la MS13 ha impuesto límites en el bosque de Nancuchiname, advirtiéndole a los guardabosques de no cruzar por ciertas zonas e impidiendo a los lugareños ir por leña para realizar sus actividades.
El cementerio clandestino fue descubierto durante un patrullaje preventivo en la zona. Las investigaciones revelan que en el cementerio clandestino de Nancuchiname, se encuentran enterradas decenas de víctimas de varios municipios de Usulután, entre ellos la cabecera departamental, Jiquilisco, San Marcos Lempa, etc. En un intento por evadir la investigación de las privaciones de libertad que han ocurrido en los últimos meses.
No es el primer recinto de vida silvestre que esta pandilla usa para sepultar a sus víctimas, ya que meses atrás fueron descubiertos una serie de cementerios clandestinos en los manglares de la Bahía de Jiquilisco.
Sin conocer de los horribles secretos que esconde Nancuchiname, la gente prefiere bordear la zona por lanchas y así no pasar por la única calle que conduce al denominado “bosque de la muerte”.
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