Adentro era como un paraíso. Así lo describe Salvador. Una decena de mujeres en tanga y otra en faldas cortas se paseaban a lo largo y ancho del salón entre la luz tenue y la música electrónica. Después de cruzar una puerta de vidrio, lo primero que se ve es una tarima con dos tubos plateados que dan al techo y al mirar a los lados hay un una barra con botellas de todos los licores imaginables tapizando las paredes.
Afuera, cuando faltaba un cuarto para las nueve de la noche, una caravana de camionetas encendió los motores y avanzó hasta estacionarse frente a un antro del Paseo General Escalón, en San Salvador. A bordo de uno de los vehículos iba nada menos que una representante del gobierno salvadoreño, acompañada de su equipo de comunicaciones y trabajo. Detrás corría cerca de una docena de carros de la prensa preparando las cámaras y los micrófonos.
La noche del jueves 28 de abril, la ministra de trabajo salvadoreña, Sandra Guevara, se bajó de su vehículo, lista para entrar, quizá por vez primera en su vida, a una barra show. Luego de pararse frente a la fachada de Insomnia, se dejó tomar la foto oficial, brindó un discurso preparado y explicó que previamente había avisado al dueño del local que iba a llegar a realizar una inspección. También había llamado a los medios de comunicación para que el hecho se anunciara con bombos y platillos.
“Nosotros nos hemos apersonado aquí esta noche para verificar que se esté cumpliendo con los derechos laborales de las bailarinas y las edecanes”, dijo la ministra antes de cruzar la puerta de vidrio y adentrarse en la música del antro.
Casi un mes antes de esto, El Diario de Hoy dedicó al menos cuatro páginas a dos reportajes sobre las quejas de las bailarinas en los barra shows. Los relatos dejaban ver que ni los antros donde se apersona la clase alta se libran de las injusticias para ellas.
La zona roja, o mejor dicho, la zona de prostitución en el área metropolitana de San Salvador puede dividirse fácilmente en dos con un símbolo casi irónico: El monumento al Divino Salvador del Mundo. De este redondel para arriba, es ya conocido que comienza lo que para algunos puede definirse como “exclusividad”, aunque de eso no tenga mucho. Sin embargo, lo que sí es seguro hacia abajo es la inseguridad, inseguridad que queda mejor encajada en la palabra “bajomundo”.
El bajomundo en San Salvador implica, en primer lugar, alta presencia de pandillas y una ausencia del Estado en todas sus manifestaciones. Seguido de eso, lo que más sobra es la prostitución desde niñas, ancianas y travestis.
Pero no fue a una barra show del bajomundo que la ministra decidió venir a hacer su presentación ante la cámaras, sino a Insmonia, donde una puerta de cristal divide el bullicio de la calle y donde, según relataron las mismas bailarinas, llegan desde pastores hasta diputados.
Una a una las fue saludando. Aunque la mayoría de periodistas se quedó afuera, Salvador pudo entrar. Entre la luz tenue, propia de un lugar de estos, el equipo de Inspecciones del ministerio de Trabajo encontró una veintena de mujeres en poca ropa. Algunas con un gesto serio y las piernas cruzadas, otras platicando en tono distraído, y unas más de pie, formando una especie de corte de bienvenida. Parada junto a estas últimas, la encargada del lugar también sonreía con un alijo de papeles entre las manos.
Luego de dar un breve paseo por las instalaciones, la ministra, vistiendo un elegante traje blanco con fondo rojo, caminó hasta el fondo del salón y se adentró en uno de los salones VIP del lugar. Ahí mismo donde una noche antes, con seguridad, una de estas mujeres se desnudó sobre un hombre desconocido, la ministra, sentada en el sillón de los clientes, se dispuso a entrevistar.
Las horas pasaron, y los miembros del equipo de prensa de la ministra que lograron entrar al lugar acompañados de seis policías comenzaron a olvidar de lo que se trataba. Luego de verlas pasar varias veces, uno de los policías soltó una risotada acompañada de un comentario “aquí todas las que vienen se echan sus tiros”.
Pero eso no es cierto. Al menos así lo dicen las edecanes a las que se acercó Salvador. No todas se echan los tiros aquí. Algunas vienen solo a servir copas, como las edecanes. Porque en Insomnia, las edecanes están separadas de las bailarinas. Y no es que estas últimas lo acepten, pero la vox populi dice que en estos lugares no falta una sexy señorita que de servicios sexuales.
Tres horas después de las largas entrevistas, la ministra Guevara salió del lugar y con voz victoriosa habló ante las cámaras una vez más. “No hemos encontrado indicios de que aquí se de el trabajo sexual, no hemos encontrado menores ni extranjeras; y sí, este parece un buen lugar para trabajar, al menos en el ámbito de las bailarinas y edecanes”, dijo.
Sin embargo, la funcionaria dejó entrever que no todo estaba en regla y que debían regresar a una re-inspección para obtener toda la documentación de planillas, seguro social, AFP y demás requisitos legales para un establecimiento de este tipo, algo que en un barra show del bajomundo suena hasta extraño.
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